Hace algunos días tuve la oportunidad de viajar por avión, así que solicité servicio de taxi a casa; una vez ya en camino al aeropuerto me percaté que el chofer no paraba de utilizar la radio y de dar indicaciones a otros taxistas, la razón: me tocó de chofer a un “coordinador”, es decir, una persona que además de conducirme sano y salvo al aeropuerto, asigna durante todo el camino choferes de otros taxis para que vayan a diferentes domicilios por pasajeros. Al externarle mi curiosidad del por qué lo hacían de esa manera, me comentó que ellos se regían por un coordinador responsable por horario y que se van pasando la estafeta vía radio, y que éste coordinador “conoce toda la ciudad”, también me comentó que hacía tiempo habían querido instalar un software, pero no dio los resultados esperados, ya que “ellos” saben el tráfico, conocen la ubicación de los baches, así como los días de tianguis y las escuelas con sus horarios, sólo por mencionar algunas de las variables que me dijo. ¡Wow!
En esos momentos me sentí totalmente abrumado, ¿cómo era posible que no existiera una planeación de rutas?, que impresión tan grande, saber que el servicio de taxis del Aeropuerto dependiera del conocimiento vivencial y exclusivo de los operadores y que fuera eficiente. ¿Acaso será un tema tan complicado?
El diseño de rutas y sus paradigmas El diseño de las rutas es un tema delicado, ya que desde tiempos remotos ha representado la búsqueda del equilibrio entre distancia, tiempo, seguridad y primordialmente el costo y no es para menos, dado el incremento que vienen teniendo los combustibles hoy día. Para lo cual, los transportes más grandes que consuman relativamente lo mismo es una opción. Además de que existe una presión muy alta por enviar los transportes a su máxima capacidad, también se busca compartir transporte para ahorrar recursos consolidando carga.
Para lograrlo, pasamos por paradigmas como son el evitar cruzar caminos o rutas, hacer agrupamientos por tiempos, distancias y cargas semejantes, consolidación de rutas y los más osados buscan la optimización de tiempos y distancias con algoritmos matemáticos en Excel o usando software que promete la mejor ruta.
Afortunadamente para nosotros, hoy día tenemos el poder de cómputo para realizar estas complejas operaciones con un teclado desde nuestro escritorio, pero al final cabe preguntarnos: ¿será el diseño de la ruta un fin en sí mismo, que merezca un nuevo paradigma?
Hoy día, aparentemente, está en boga uno nuevo, el ruteo usando la inteligencia del “enjambre”, entendiendo así un ruteo de acuerdo con el comportamiento de algunos insectos, los más representativos son las hormigas, en donde ellas encuentran la ruta más corta y, en su contexto, la más económica por caminar menos entre la fuente de alimento y su hormiguero. Esto lo logran debido a que dejan a su paso un rastro de feromonas, que es el olor que sus compañeras huelen, por dicha razón siguen a la más olorosa, es decir, a la que más cerca pasa de ellas.
Entonces, por medio del olor y la iteración-corrección en el momento se optimiza la ruta. ¡Wow!
Algo semejante a lo que hace nuestro amigo taxista del aeropuerto. A él no lo huelen pero sí indica —por su “experiencia”— cuál es la ruta más corta en tiempo y cómo están organizados por radio, todos opinan-agregan información en tiempo real y al final él decide lo que procede por conocer mejor la ciudad.
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